jueves, 25 de marzo de 2010

Cien años tarde


- Ésa es mi divisa -respondió Quinsonnas-; ¡asombrar a nuestro siglo, ya que no es posible fascinarlo! Como usted, he nacido cien años tarde; imíteme, ¡trabaje! Gane su pan ya que hay que conseguir esa cosa innoble: ¡comer! Le enseñaré a ser cínico, si usted quiere; hace quince años que alimento mi ser de una manera insuficiente y he necesitado una buena dentadura para triturar lo que el destino me ponía en la boca; ¡pero con una buena mandíbula se sale adelante! Felizmente he encontrado una especie de oficio; ¡tengo buena mano, como se dice! ¡Santo cielo, si me quedara manco! ¿Que haría? ¡Ni piano, ni Libro Mayor! ¡Bah, con el tiempo se tocará con los pies! Mira, mira por dónde, eso sí que podría asombrar a nuestro siglo.
Michel no puedo reprimir la risa.

- ¡No se ría, desgraciado! -prosiguió Quinsonnas-. ¡Está prohibido en la casa Casmodage! Míreme, ¡tengo una cara que parte las piedras y un aspecto que congela el estanque de las Tullerías en pleno julio! Como usted sabe, los filántropos americanos imaginaron antaño encerrar a sus prisioneros en celdas redondas para ni siquiera dejarles la distracción de los ángulos. ¡Pues bien, hijo mío, la sociedad actual es tan redonda como esas prisiones! Y también tan aburrida. [...]
Pero aquí, ¡basta de conversaciones subversivas! ¡Yo soy un engranaje, usted es un engranaje! ¡Funcionemos y volvamos a la letanía de la Santa Contabilidad!


Julio Verne, París en el Siglo XX

No hay comentarios:

Publicar un comentario