domingo, 6 de junio de 2010

Literatura ( I )

Mucha gente dirá que esto es una historia de amor. Ésos forman parte, para mí, de la caterva de inútiles desalmados que creen que el amor se puede certificar, plasmar o exterminar notarialmente y que es una de esas sensaciones fugaces o débiles que quedan bonitas en una foto, grabadas en la memoria de una cámara digital. Y no.

-¿No querías literatura? –pregunté-. Pues toma literatura.

No contestó, pero me miró asombrada. Las hojas
el libro
el compendio desperdigado
cayeron sobre la mesa y varios folios revolotearon hasta el suelo. Había de todo: páginas a máquina, a ordenador, manuscritos, hojas de cuaderno, papel pautado, reciclado-blanqueado-con-cloro, qué se yo. Sólo lamenté, en aquel instante, que entre ese montón informe de escritos no hubiera nada mimeografiado, y es que nunca he poseído ni tenido acceso a un mimeógrafo, aunque siempre me ha encantado esa palabra y me hubiera gustado mucho tener uno. Si bien es cierto que no sé muy bien qué coño es un mimeógrafo; supongo que debe ser como una fotocopiadora manual o algo así. Yo, románticamente, relaciono el término con panfletos mimeografiados y repartidos clandestinamente a las puertas de alguna fábrica en algún momento del siglo pasado y con la leyenda “Trabajadores del mundo, ¡uníos!”
Vamos, que le lancé todos aquellos papeles y la poca gente del bar –casi vacío el bar; con una luz tenue y muerta azul-blanca-azul y como de ciénaga desecada el bar- se me quedó mirando, con expresión entre sorprendida y aturdida. Aturdida por el alcohol el aburrimiento la indiferencia, y sorprendida por la lluvia literaria y furiosa.
-Lo sé todo –le dije, con desprecio. Vi cómo se le nublaban los ojos, los ojos, esos ojos de mar y muerte y de pupilas inquietas, y me dí la vuelta con los dientes apretados y me marché. Nunca he vuelto a verla. Pero así es como termina esta historia; no cómo empieza.

EL PRINCIPIO

Hay noches, en Madrid, llenas de luces y de sombras. Noches llenas de alcohol también. Son noches que comienzan con un botellón, whisky barato con cocacola, y continúan en algún bar oscuro con minis de calimocho y siguen en la calle a las tres de la madrugada cuando el alimento único son las latas de cerveza que los chinos venden clandestinamente. Esas noches son mis noches.
Turbio, todo. Hasta el aire. Casi cuesta respirar. “Un pie adelante, luego el otro”, pienso. Me tambaleo. No está mal, así, la vida, cuando el mero hecho de ser capaz de caminar a las tres de la mañana es algo que me llena de alborozo. Un mini en vaso de cristal de un litro en el Barbarum. Tres minis de puro garrafón con cocacola en el Cherokee. Uno ya va entonado. Más que entonado. Uno va de puta madre. Un piti, para celebrar. Vaya, lo he encendido al revés. Otro. Este sí tira. “¿Salabiesa?”, pregunta un chino. No a mí; a nadie en concreto, supongo. Como somos cuatro, pillamos seis latas. Buena proporción. ¿Uno coma cinco? Algo así. Es todo uno, el abrir la lata con un chasquido y la espuma y beber y sin notar el sabor ni las burbujas y reír. Coma cinco. El sabor agrio de la malta o el lúpulo o lo que coño le echen a la Finkbräu permanece en el paladar, en la parte de atrás de la lengua, permanece, permanece. Es bueno.
Y luego caminando hasta Alonso Martínez se hace largo, el trayecto. Gritamos y cantamos y yo grito y canto más alto y más fuerte y peor que los demás. Después humo mujeres (caerse al suelo bajando la escalera, incluso) mareos y meadas en el baño lúgubre mirándote la picha fijamente como si ella fuera un objeto o una manguera entumecida y náuseas, y vomitar casi y subir otra vez al sinsentido festivo, crudo, para descubrirte más tarde y sin saber cómo en un autobús de vuelta a casa en el que la gente dormita tú dormitas y al bajar una vomitona y llegar a casa con el estómago hecho trizas donde uno duerme el sueño de los justos: sí. Esas noches son mis noches.

4 comentarios:

  1. Gracias por tu visita.

    Whisky con cocacola es muy mala combinación. Con agua es mejor.

    Espero la continuación de la no-historia de amor. :)

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  2. Este relato promete.
    Me gusta su crudeza.
    Que siga por favor.

    Saludos.

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  3. El whisky con cocacola no sólo no es una mala combinación, sino que es la mejor. A ver si no cómo me bebo el whisky "mayerling" u otras joyas que pueblan los supermercados. Si alguien puede beberse eso con agua, es que tiene un problema.

    Gracias a los dos por los comentarios.

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  4. jajaja, ese whisky debe ser como destapacañerías... no bebas eso!

    Con cocacola, el Ron, y si es venezolano, mejor que mejor...:)

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