Hoy, desde las cinco de la mañana,
ha estado lloviendo.
No ha venido la aurora.
El día ha amanecido de plomo.
La lluvia es algo bello, sí;
pero no cuando comienza en la oscuridad
y se arrastra subrepticia y gélida.
No cuando le recuerda a uno
otro plomo, recibido en otros lugares o tiempos
(o en éstos)
por amigos y enemigos,
compañeros, camaradas,
o por traidores y malvados.
Suele darse en dosis de nueve gramos.
Trae el frío y la negrura,
como la lluvia incansable de hoy.
Siempre arranca lágrimas.
Las derrotas que inflige son amargas.
Pero las victorias también.
Sigue lloviendo. Está oscuro.
Parará. No parará.
Cuando sopla el viento a veces
las gotas golpean mi ventana.
Como la ráfaga de una ametralladora.
Es negro el día, hoy.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Bellísimo, como siempre y sí, hay días que pesan demasiado Amador. Un Abrazo
ResponderEliminarHay cosas que nunca se olvidan. No pueden olvidarse. Y cualquier sonido, color o sensación nos las trae amargas otra vez. Me gustó lo que escribiste.
ResponderEliminarMe recordó algo que yo escribí:
http://elblogdelauracaro.blogspot.com/2010/09/fuegos-artificiales.html
Espero que a ti también te guste.
Saludos.
Gracias por vuestros comentarios!
ResponderEliminarExcelente y muy poderoso.
ResponderEliminarTal vez como la ráfaga de una ametralladora.
Sin embargo noto un dejo de esperanza. No la pierdas.
Saludos desde Copenhague la Brumosa.
Ian.
lo siento en la piel
ResponderEliminaren la mirada
llueve aqui también.
un abrazo