y pasó el Presidente que elegimos
y dijo que todos éramos libres, yo pedí que a mi viejo lo soltaran.
Me llevaron y me pegaron todo un día.
No conozco a nadie en el cuartel. No sé, no puedo
ni recordar sus caras. Era la policía.
Cuando perdía el conocimiento, me tiraban
agua en el cuerpo y me seguían pegando.
En la tarde, antes de salir, me llevaron
arrastrando a una sala de baño,
me empujaron la cabeza adentro de una taza
de W.C. llena de excrementos. Me ahogaba.
“Ahora, sal a pedir libertad al Presidente,
que te manda este regalo”, me decían.
Me siento apaleado, esta costilla me la rompieron.
Pero por dentro estoy como antes, camarada.
A nosotros no nos rompen sino matándonos.
Pablo Neruda, Canto General