“Nadie dijo que ser un Comisario de Seguridad Interna fuera fácil. Hay tantas conspiraciones contra nuestra Unión… Tantos traidores, tantos haraganes, tantos corruptos. No por casualidad el símbolo del Comisariado es un puño cerrado quebrando una cadena. Porque son ellos quienes rompen nuestras cadenas. Ellos protegen al obrero de las fábricas orbitales; ellos se aseguran de que cada niño reciba sus píldoras vitamínicas. Ellos aplastan al enemigo. Es una tarea dura, pero en nuestro camino hacia la victoria…”
Plejánov apagó el holovisor, asqueado por la descarada propaganda. Abrió y cerró las manos, nervioso, y encendió un cigarrillo. Se estaban retrasando. Por un momento, pensó que quizás no vendrían. "Tal vez un control preventivo… No, un asalto domiciliario, o quizás…" Se obligó a tranquilizarse, sacudiendo la ceniza del pitillo con un movimiento convulso. Una diminuta brasa danzante se posó sobre la pernera del pantalón de su uniforme, apagándose inmediatamente.
“Vendrán. Simplemente se han retrasado. Un problema con el neumobús, o un atasco en las redes subterráneas. No hay que preocuparse. No hay que preocuparse.”
Repasó mentalmente el plan. Denominaban lo que pretendían hacer como “sabotaje”, aunque quizá la palabra más adecuada sería “atentado terrorista”. Plejánov sacudió la cabeza; ya había hablado de ello con los compañeros de la Organización Colibrí, y todos estaban de acuerdo. Había que asestar un golpe fuerte al Comisariado, y ya se sabe… Para hacer una buena tortilla, hay que romper unos cuantos huevos.
El holovisor se encendió de manera automática. “Magnífico”, pensó Plejánov. “Otro parte de noticias”. En algunos momentos del día, los holovisores se encendían por orden del Ministerio y no se desconectaban hasta que la transmisión finalizara. Era algo necesario para garantizar el derecho a la información del pueblo; ¡Ciudadano, infórmate!, pensó Plejánov, recordando los mensajes oficiales en las pantallas de los neumobuses.
“Saludos, pueblo de la Unión. Interrumpimos la programación habitual para informarles sobre los avances de nuestras tropas en Titán. Cuatro divisiones de infantería mecánica, bajo el mando directo del Emperador, han aplastado un núcleo rebelde. Las bajas han sido mínimas, aunque aún no disponemos de los datos exactos. Les dejamos con las declaraciones del Obërmajor Kalinin…”
Tres golpes secos sonaron en la puerta. Plejánov apagó apresuradamente el cigarrillo sobre un plato-ración vacío. “Que sea lo que el Emperador quiera”, pensó. Revisó su uniforme, se encasquetó graciosamente la gorra de plato, y se dispuso a salir.
.*.*.*.
-¿Desplegamos ya, Señor?
-No –respondió el Comisario.
-Pero, Señor… Con su permiso, ¡tenemos la oportunidad de detener a esa escoria traidora!
-Soy yo quien da las órdenes, delegado Zetkin. ¿Lo ha olvidado? –El delegado tragó saliva.
-No, señor. Quiero decir, sí, señor –Zetkin dudó, al borde de la histeria. –Quiero decir…
-Déjelo, delegado Zetkin. Preste atención al dispositivo de seguimiento.
Zetkin hizo lo que se le ordenaba, obligándose a olvidar su momentáneo ataque de terror. Lo último que deseaba era hacer enfadar al Comisario. Diablos, quería ascender algún día. Y cometer un desliz, por pequeño que fuera, podía llevarle a la perdición. Así que se concentró en el dispositivo de seguimiento. El sospechoso llevaba un maletín barato, y fingía leer la pantalla de su holoperiódico, mientras caminaba por la Avenida de la Victoria. Al doblar una esquina, chocó contra otro transeúnte: el golpe fue bastante duro, y los maletines de ambos cayeron al suelo. Se disculparon, y continuaron su camino.
-¡Señor! –gritó Zetkin, excitado. –¡El sospechoso ha intercambiado su maletín con otro individuo!
-No diga tonterías, Zetkin. Se ha tropezado, eso es todo. Continúe con el seguimiento.
-Pero, señor… Lo he visto claramente –protestó el delegado.
-¿Duda de mi criterio, Zetkin? –Los ojos del Comisario relampaguearon.
El delegado sintió una punzada de terror creciente.
-Señor, no, señor –contestó, y prestó de nuevo atención al dispositivo de seguimiento.
.*.*.*.
Los holovisores se encendieron automáticamente en todo el país.
“Ciudadanos de la Unión: acabamos de recibir una noticia de última hora. Al parecer, un artefacto explosivo ha estallado a las puertas de la sede del Comisariado de Seguridad Interna. Un repugnante grupo terrorista, autodenominado Organización Colibrí, ha reclamado la autoría del atentado. Informaciones preliminares indican que un maletín-bomba hizo explosión hace unos quince minutos. Gran parte del Comisariado ha sido destruida; conectamos en directo con Verónica Ziova, nuestra corresponsal en la capital.
-Buenos días, ciudadanos de la Unión. Como pueden observar, la situación aquí es caótica: los heridos se agolpan en las tiendas provisionales del Ministerio de Salud, mientras efectivos de la Policija retiran cuerpos mutilados de entre los escombros. La depravación de estos los traidores de la Organización Colibrí no conoce límites; aquí vemos los cadáveres de varios niños, que se hallaban de visita en el Comisariado. La información a la que tenemos acceso habla de treinta y dos muertos y un número indeterminado de heridos. Les dejamos con las declaraciones del Comisario Plejánov…”