jueves, 19 de mayo de 2011

EL MAYO EN QUE NACIÓ EL GRITO


Me considero un tipo normal. Tengo veinticinco años, soy licenciado, estoy preparando una oposición. También soy militante comunista -aunque eso, ahora, no venga al caso-. No tengo coche, ni casa. Los fines de semana hago botellón con mis amigos. Muchas veces he hablado acerca de cambiar el mundo. Muchas veces me he preguntado por qué las cosas son como son, o por qué hay gente que lo tiene todo y gente que no tiene nada. Muchas, muchas más me he cuestionado el motivo por el cual la gente de mi alrededor estaba quieta y callada. Quieta, callada y triste. Sobre todo triste. He encontrado algunas respuestas -pocas- y más interrogantes -muchos-. Pero nunca me había sentido como ahora. Sorprendido, ilusionado, intrigado. Como un niño.

Lo que los medios ya llaman «el mayo español» es, en realidad, una cosa muy sencilla. Es la gente saliendo a la calle a decir «estamos hartos, joder». Son los jóvenes y los no tan jóvenes dándose cuenta de que las cosas se pueden hacer de otra manera. De su manera. Es un mensaje de advertencia a los poderosos. Es un perro que se revuelve contra su amo. Es muchas cosas; aunque todavía, quizás, no sea nada en concreto.

Yo he estado en Sol, en la acampada, dos noches ya. He visto a centenares de personas intentando organizarse. He visto frustración y alegría. He visto comisiones, asambleas, debates, gritos, aplausos y silbidos. Y lo que he visto era muy bonito. Joder, era tal vez lo más emocionante que he visto en mi vida. Porque siempre pensé que este tipo de cosas pasaban en las pelis de los setenta. Porque mi padre me decía que él corrió delante de los grises. Porque mis mayores sonreían con un gesto nostálgico al ver imágenes de mayo del 68. Porque yo no tenía mi revolución.

Que no se me malinterprete. He afirmado, al principio de este texto, que yo era militante comunista. Pero no soy estúpido. Sé perfectamente que el movimiento que está recorriendo el Estado español no es comunista, ni socialista, ni anarquista. Sé que esto no es el fin de la explotación del hombre por el hombre. Sé que de aquí no saldrá el cambio radical en las relaciones de producción y la abolición de las injusticias. Pero me da igual, porque me siento orgulloso de mis semejantes. Me da igual, porque por primera vez en mi vida veo ilusión en la mirada de mis amigos. Veo fuego en sus ojos. Y por eso esta noche volveré a acampar en Sol. Por eso envío un saludo fraternal a esos locos, a esos parias, que están comenzando a construir algo que aún no saben lo que es; porque se aprende más en un solo día de revolución que leyendo todos los libros del mundo.

Seguid indignados. Vuestra fuerza es también la mía. Y mi grito es también el vuestro.